miércoles, 14 de noviembre de 2012

Mi amor por Londres

No se explicar el motivo, pero me tiene enamorada. Me di cuenta la primera vez que fui con mi familia, y la siguiente vez que fui con amigos, y la siguiente de vacaciones a estudiar inglés, y la siguiente con amigos, y la siguiente, y la siguiente….

He ido muchas veces, pero cada viaje me parece una novedad. Mil rincones a los que ir, cientos de lugares que parecen nuevos por muchas veces que te asomes por ellos.  Desde Bond Street con su elegancia hasta Candem Town con su histrionismo. Desde los elementos que todo turista ha de ver, hasta los rincones a los que solo se asoman los aventureros y confiados. 

Su color, su gente, su clima, su acento, su cercanía al mar, su idioma… me vuelve loca. No se por qué.

También las anécdotas que rodean los viajes que he realizado allí, pues una servidora ha vivido romances, ha pasado un día en la cárcel, ha salido por los bares de los que huiría en Madrid y  ha pasado por momentos tan bizarros y mágicos, que han convertido  la capital inglesa  en una segunda casa.

Este sentimiento ha resurgido al organizar un viaje y saber que, antes de empezar la locura, pasaremos dos días en Londres. ¡Dos días!, en dos días me da tiempo a ponerlo todo patas arriba, disfrutar de las actuaciones de Covent Garden, admirar Picadilly, perderme por lo menos una vez cada vez que cojo el metro y comer “fish and chips” que no me gustan, pero siempre vuelvo a comprarlo por si “ha cambiado el sabor”.

 

¿Cómo no me va a gustar la patria de Banksy, el Beefeater, los Beatles, la lluvia, los taxis dignos de ser coche oficial de la reina, el movimiento indie, los museos señoriales y  el té?


Estoy esperando que llegue este viaje con la ilusión que espero que me toque el Euromillón (que no me toca por rezar demasiado para que me toque, os advierto) o con la que los niños pequeños ponen los tres vasos y los turrones la noche del cinco de enero. Volveré a escribir sobre Londres según vuelva del viaje, con los ojos iluminados de emoción y alguna que otra anécdota.



Solo espero que el resto de lugares que visitemos sean, por lo menos, un tercio de geniales para mí. 

domingo, 4 de noviembre de 2012

De huracanes


He de compartir mi indignación (nuevamente, parezco una acumulación de ira social) acerca de los horrores que rodean al huracán Sandy.

Que horror lo que  han pasado los neoyorquinos, por favor, que mal lo han tenido que pasar con esas inundaciones y sin  luz por los cortes que provocó el huracán, que horror no salir de casa. Y ahora a arreglar los destrozos y desperfectos que se han podido causar. Supongo que serán millones los que se necesiten para arreglar la ciudad y volver a la normalidad. Si, porque ellos si tienen ese dinero y sí pueden permitirse arreglar una ciudad devastada.

No como Haití, no como Cuba. No como ellos, que han perdido  mucho más. Ellos no se han quedado sin luz o sin gas, ellos se han quedado sin zonas de cultivo, pues se han anegado; ellos se han quedado sin casa porque (sorpresa) los materiales no eran tan resistentes ni estaban tan preparados para un posible desastre de este calibre.

Pero la información en el telediario y en los periódicos llegaba siempre del mismo sitio, de donde hay corresponsales, de donde puede llegar el dinero y de donde creemos que puede salir la solución a nuestros problemas económicos. Como ya ha pasado el huracán pues hablamos de las elecciones, que es lo importante, todos lo sabemos.

Qué malo es lo que estamos pasando en España porque no hay dinero, ¿verdad? Porque muchos no tienen ni para gastar en lo básico, lo básico que si se puede cultivar en este país, gracias a Dios. ¿Es que a nadie se le cae el alma a los pies al pensar que incluso cuando el sufrimiento afecta a más de un sector pudiente de la sociedad nos centramos en aquel con más poder?, ¿de verdad alguien se cree que cubanos y haitianos no van a necesitar ayuda? O qué pasa, que como no sale en el telediario será que el sufrimiento es menor y no tiene la importancia como para ser noticia.

 ¿es eso?

La persona más sabia que conozco (mi padre) me dijo algo que no paro de repetirme: “vivimos en una crisis económica, pero la peor crisis que sufrimos es la crisis de valores”.

Así es, tenemos lo que nos merecemos, porque incluso con la que está cayendo aquí, cuando hay un problema nos preocupamos por aquellos de los que podremos sacar beneficio en un futuro.

 We get what we deserve.