Me preguntaron hace pocos días que a qué tribu o grupo
social pertenezco.
Creo que es lo más horrible que me han preguntado nunca. Como
si fuera catalogable.
Aunque con pocas ganas, me puse a pensar cómo responder a
dicha pregunta evitando el sarcasmo, y llegué a la conclusión de que no se
siquiera si pertenezco a algún grupo. Me voy quedando con cosas de unos y de
otros, me gusta mezclar lo bueno de cada uno (no necesariamente de todos, Dios
me libre de acercarme a los canis).
Os lo voy a demostrar presentándoos mis sitios favoritos
para ir de juerga por la capital. Son distintos en música, ambiente, gente,
zona… y todos me vuelven loca. Lo único que tienen en común es que los
frecuento por la noche.
La sala el Sol: Situado en plena calle montera, discoteca que cuando vas por primera vez crees que has descubierto una novedad, y al
contarlo te das de bruces con que “a ese sitio he ido yo de joven” (un adulto
de la familia, lo cual te hace plantearte a qué lugares iban tus familiares
cuando eran jóvenes. No son tan formales como te hacen creer). Tanto la entrada
con la escalera en forma de caracol, como estar en una discoteca con luz, como
la música, el ambiente de gente que aparentemente no ha estado cincuenta y seis
minutos pensándose un look que parece desaliñado… todo el conjunto te
descoloca y te incita a hacer el idiota más de lo normal. Pierdes la vergüenza,
te das al copazo y a bailar como si estuvieras en Woodstock.
Este sitio, al que voy con mis compañeras de la universidad
(con las que he vivido momentos tan bochornosos como que nos echen de una
discoteca, o tener que irnos corriendo de otra porque nos pillaron pagando con
monedas de chocolate una copa debido a una apuesta) puedes adorarlo u odiarlo,
no hay punto medio.
La Malquerida: Frente al templo de Debod. No es una
discoteca, pero es un lugar perfecto para celebraciones, reencuentros, festejar
que tienes trabajo, o que has cortado con tu novio, o quedar sin más con tus
amigos. Es una digna cantina, donde puedes comer y beber como si no hubiera
mañana y está dotado con los mejores daiquiris del país y parte del universo.
Buen ambiente, los
camareros son encantadores (mordí a uno en el brazo y siguen saludándome y atendiéndome,
tienen que ser buena gente por narices), la música es actual y todos nos las
sabemos y te sientes como en casa.
69 Pétalos: En la calle Alberto Alcocer. Es un lugar
extraño. Extraño del horror y del averno. Pero es maravilloso. No hay edad
media (como te descuides te encuentras a amigos de la mili de tu abuelo dándolo
todo en la pista), no hay límite de desinhibición, no hay lógica, tu entras y
esperas a ver qué se cuece esa noche en el lugar. Bailarines embutidos y
carentes de vergüenza, personas caracterizando personajes (Ray Charles,
Gandalf, Mario Bross, La Gallina Caponata… no tiene lógica en el exterior, pero
ahí sí la tiene). Y cuando crees que nada puede impresionarte… sale el gato
volador cruzando el techo de la discoteca mientras el Dj va narrando su
recorrido.
No tiene desperdicio, no puedes no haber ido por lo menos
una vez. Muchos amigos desearían haber ido solo una vez y haber evitado las
demás. Otros muchos piden ir cada fin de semana en bucle desde el día que lo
descubrieron. Hay que ir, esperando no esperarte nada.
Marvel : en la Plaza de la República Argentina. En la
conocida cuesta de las discotecas. Musicón. Mucho niño bien y formal de los que
te dice tu madre que busques y mucha niña mona (según mis amigos buenorras,
pero espero que no las conozcan sin tacones y despintadas).
Apetecible y cómodo. Puedes ir tanto con un plan tranquilo
de cervezas y a casa, como a salir y pre-quemar la noche (cierran antes de las
cuatro). La estética del sitio es muy original y siempre ves caras conocidas
(seguramente porque siempre vamos los mismos).
De entre todos los sitios que he nombrado, seguramente sea
el sitio que más he ido los últimos meses. Seguramente porque en taxi desde mi
casa es realmente poco dinero. economía pura y dura.
Y esto es todo por hoy. “La ruta del bacalao” de una
servidora. No os cortéis en probarlos todos porque esto es como la comida: no
puedes decir que no te gusta hasta que no lo pruebes al menos un poco.