viernes, 11 de enero de 2013

el miedo tonto


No se vosotros, pero rara vez no me entra la risa cuando estoy pasando miedo.

 No me refiero al miedo con las películas (no entiendo el placer en sufrir viendo terror en la pantalla, no lo entiendo), sino miedo en una situación vivida, un momento en el que tema por mi integridad física.

Me da la risa, es inevitable.

Ya os hice una pequeña mención en alguno de mis posts acerca de la cantidad de cosas bizarras que me pasaron el verano que fui con una amiga a Estados Unidos, así que no es de extrañar que en alguna de esas historias pasase miedo. Y me diera la risa. Miedo a carcajadas, vaya.

Os ubico: 9 de la noche, antojo de comer guarradas, cogemos el coche y decimos “¡Hala!, nos vamos a Wendy´s, que no lo conocemos y a ver qué tal está”. Craso error, pues los horarios en la mitad del mundo no son los de los españoles y a esa hora están cerrados la mitad de los sitios, si no todos.  

Damos un par de vueltas alrededor de dicho restaurante, nos convencemos de que la luz está apagada y no hay nadie dentro ni comiendo ni trabajando, maldecimos a todos los americanos y sus horarios y nos vamos en busca de cualquier lugar donde nos den de cenar a las 10 de la noche.

Aparcamos,  miramos a nuestro alrededor y vamos directas como mosquitos hacia la luz del neón de “Subway” porque “total, ahí también nos ponen de todo que no es sano”.

Entramos, y empezamos a pedir (para los que no conozcan este sitio, puedes elegir TODO, hacer el bocadillo del pan que quieras y rellenarlo hasta que tengas que desencajar la mandíbula para dar un mordisco minúsculo), obviamente fue tal la abrumación al ver el tamaño de esos bocadillos, que nosotras pedimos uno para compartir mientras nos quedamos observando a el chico negro que estaba pidiendo después de nosotras.
                                                   
Sí, se dice negro y no es racista, porque el color es negro y el mío es blanco y es lo que toca.

Volviendo al “Subway”, el chico negrito que estaba pidiendo estaba volviendo loca a la chica que le atendía, pedía una cosa, luego que la quitaran, luego que la calentaran y la pusieran, luego que la quitaran y pusieran primero una salsa…. así que, como era de esperar, mi amiga y yo muriendo de la risa tonta porque era surrealista la situación.

¿En qué desembocó eso?  En un chico negro que empezó intentando tontear y acabó amenazándonos de muerte porque no entendía el motivo de la risa (¿cómo explicarle que nosotras tampoco?).

Salimos corriendo del sitio, bocata en mano, hacia el coche. Tumbamos los asientos, cerramos con pestillo, apagamos a luz y seguimos comiendo, a carcajada limpia y con ganas de acabar para salir corriendo hacia casa, mientras que mi amiga encontró más gracioso aún inventarse que venía el chico y yo, mezclaba la risa con el llanto de miedo.

¿Que podíamos haber ido a casa a comer?, por supuesto, pero… ¿y la anécdota?

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