domingo, 23 de diciembre de 2012

FELIZ NAVIDAD

Porque todos hemos crecido con música navideña en estas fechas, quiero enseñaros los villancicos que más me animan, los que implican más recuerdos y más veces he cantado en esta vida. Porque como ya he dicho en otras ocasiones, la música acompaña los momentos de la vida, y la navidad también debe tener banda sonora.

Obviamente esta canción es una versión, pero qué pedazo de versión, señores. Me pone de buen humor y me recuerda lo entrañables que son estos días. Os presento la canción llamada "meli kilikimaka"



Esta es la canción que más he cantado con mis hermanas cuando éramos pequeñas, alguna vez con atrezzo y todo. Demos la bienvenida a Sinatra y su auténtica voz en "Santa Claus is coming to town"



Y por último, pero no por ello menos importante, un villancico en castellano, de los que hemos cantado en el colegio disfrazados de pastorcito y los que te pedían los abuelos que representaras en la cena de nochebuena. Los villancicos de toda la vida, vaya. "los peces en el río"



Feliz navidad. 

viernes, 21 de diciembre de 2012

me lo creo todo


Me lo creo todo.

Pero cuando digo todo, es todo. Veo un documental sobre la existencia de sirenas, y lo comento con una amiga intentando convencerla de la realidad de los datos, he esperado el fin del mundo y he visto adivinos por la tele (a horas intempestivas) a los que he querido llamar porque, “igual sí que son adivinos y lo que pasa es que nadie en la humanidad menos yo ve la realidad”.

Se puede considerar que soy muy impresionable, muy inocente o incluso que soy muy niña, pero ninguna de esas palabras me representa.

Yo soy soñadora.. Me gusta interpretar lo irreal,me ilusiono con facilidad, trato de imaginarme lo que podría ser, impresionarme con aquello que, en el fondo, sé que es imposible.  Según mi mejor amiga “de no ser porque te rodeas de gente cuerda, ya estarías en una secta. Eres carne de cañón"

Estoy convencida de que tiene razón.

Pero si: me creo la primera visita a la luna, creo que te puede pasar algo si te tragas el chicle, creo en las sirenas, creo que Walt Disney está congelado para resucitarlo, creo que la vacuna del sida se descubrió y hay un complot para que no se sepa,  no descarto los castigos que me envía el karma, creo que las impresoras tienen un mini-cerebro lleno de maldad que intercepta lo que queremos y hace lo contrario, me creo todas las historias de “bandas y mafias”, me creo que los chinos cocinan de todo menos pollo y ternera y creo, firmemente, que las peluqueras son tertulianas de Telecinco que hacen horas extra fuera de plató.

Así soy, más feliz que una carraca y más impresionable que mi abuela viendo Avatar en 3D.

Bravo yo. 

sábado, 15 de diciembre de 2012

Hablemos de libros


Hablemos de libros.

De aquellos que te gustan sin estar de moda, sin ser trilogías y sin que se lleven al cine. Donde te imaginas a los personajes como te da la santa gana y hablas con ellos en primera persona y les aconsejas y regañas por su comportamiento. Los libros que te transportan allá donde vive el protagonista, donde empatizas con sus miedos, su sufrimiento, sus amoríos y sus momentos incómodos, los que te hacen expresar en público tu indignación y con los que se te escapa la carcajada en pleno Metro.

No soy quién para recomendar libros, porque supongo que no he leído tanto como para considerar lo que es bueno, malo o regular, pero de lo que sí que puedo fardar es de tener una fabulosa biblioteca en casa de mis padres y un magnífico lector y crítico literario (porque sí, mi padre es uno de los tres españoles que verdaderamente se ha leído el Quijote y que encima le ha gustado), que siempre me ha prestado libros con la firme convicción de que me iban a gustar.

Pocas veces ha fallado.

Los personajes de Noah Gordon, los mundos de Daniel Wallace (que no es por nada, pero El rey de la sandía no tiene nada que envidiar al famoso Big Fish), la manera de enganchar de Torcuato Luca de Tena y la belleza literaria de Hemingway. Todo ello conocido y disfrutado gracias a tener adultos en el entorno enamorados de la lectura.

Me atrevo pues, a recomendar un libro a aquellos que quieran experimentar con lo que, desgraciadamente, no es un libro valorado tal y como se merece.

Mientras tuvimos alas, de Juan Cobos Wilkins.



como he dicho antes, no soy quién para recomendar libros, pero si algo me gusta, lo mejor que puedo hacer es procurar que los demás lo conozcan y tengan la posibilidad de disfrutarlo.

Feliz casi comienzo de navidad. 

martes, 4 de diciembre de 2012

el pasado musical


¿Donde quedan los días adolescentes en los que te recreabas de tu “nadie me entiende” poniendo a todo volumen canciones de Maná? Es ese pasado oscuro que todos hemos tenido, esa música que en público jamás admitirás haber escuchado (disculpas de antemano a los que disfruten con el grupo anteriormente nombrado, no por haberlo nombrado, sino por que os guste, os doy mi más sincero pésame).

Volviendo al origen, esos grupos que nos da vergüenza admitir que nos han gustado, que escuchábamos cuando estábamos en nuestra habitación o que llevábamos en el discman y posteriormente en una carpeta oculta en el i-pod. Yo, personalmente, le ponía otro nombre al grupo por si alguien cogía mi reproductor, no supieran mis incómodas e íntimas  inclinaciones musicales. Pues bien, de unos años a ahora mi estilo musical se ha ido asentando, escucho el mismo tipo de música, aquella que cuando lo necesito me activa y cuando quiero me relaja. Música generalmente inglesa y de grupos que comienzan por “the”.

He aquí que, cuando estaba escuchando música tranquilamente y decidí poner la opción aleatorio, surgió de la nada la canción

Y  ¡qué canción!

Me quité los cascos para ver si el volumen era alto y los demás podían oírlo, miré a ambos lados por si había algún conocido… y me dispuse a disfrutar de una canción digna de suicidio colectivo. Me puse a pensar en mi pasado, en lo que hacía los días en  que escuchaba esa música, los amigos del pasado, las historias, los viajes, los romances, las fracturas y esguinces acaecidos por hacer el subnormal más de lo estrictamente necesario.

Cuando me quise dar cuenta estaba sonriendo. Estoy orgullosa de ver lo geniales que son mis recuerdos y de que no me arrepiento de nada de mi pasado.

 Bueno, algún beso de menos si que podía haber dado.

Solo espero dentro de diez años leer esto y que me pase lo mismo, hacer recuento y balance de experiencias y sentirme plena.

Os dejo una joya de lo que no me da apuro escuchar en público,
If possible, enjoy it as much as I do.


miércoles, 14 de noviembre de 2012

Mi amor por Londres

No se explicar el motivo, pero me tiene enamorada. Me di cuenta la primera vez que fui con mi familia, y la siguiente vez que fui con amigos, y la siguiente de vacaciones a estudiar inglés, y la siguiente con amigos, y la siguiente, y la siguiente….

He ido muchas veces, pero cada viaje me parece una novedad. Mil rincones a los que ir, cientos de lugares que parecen nuevos por muchas veces que te asomes por ellos.  Desde Bond Street con su elegancia hasta Candem Town con su histrionismo. Desde los elementos que todo turista ha de ver, hasta los rincones a los que solo se asoman los aventureros y confiados. 

Su color, su gente, su clima, su acento, su cercanía al mar, su idioma… me vuelve loca. No se por qué.

También las anécdotas que rodean los viajes que he realizado allí, pues una servidora ha vivido romances, ha pasado un día en la cárcel, ha salido por los bares de los que huiría en Madrid y  ha pasado por momentos tan bizarros y mágicos, que han convertido  la capital inglesa  en una segunda casa.

Este sentimiento ha resurgido al organizar un viaje y saber que, antes de empezar la locura, pasaremos dos días en Londres. ¡Dos días!, en dos días me da tiempo a ponerlo todo patas arriba, disfrutar de las actuaciones de Covent Garden, admirar Picadilly, perderme por lo menos una vez cada vez que cojo el metro y comer “fish and chips” que no me gustan, pero siempre vuelvo a comprarlo por si “ha cambiado el sabor”.

 

¿Cómo no me va a gustar la patria de Banksy, el Beefeater, los Beatles, la lluvia, los taxis dignos de ser coche oficial de la reina, el movimiento indie, los museos señoriales y  el té?


Estoy esperando que llegue este viaje con la ilusión que espero que me toque el Euromillón (que no me toca por rezar demasiado para que me toque, os advierto) o con la que los niños pequeños ponen los tres vasos y los turrones la noche del cinco de enero. Volveré a escribir sobre Londres según vuelva del viaje, con los ojos iluminados de emoción y alguna que otra anécdota.



Solo espero que el resto de lugares que visitemos sean, por lo menos, un tercio de geniales para mí. 

domingo, 4 de noviembre de 2012

De huracanes


He de compartir mi indignación (nuevamente, parezco una acumulación de ira social) acerca de los horrores que rodean al huracán Sandy.

Que horror lo que  han pasado los neoyorquinos, por favor, que mal lo han tenido que pasar con esas inundaciones y sin  luz por los cortes que provocó el huracán, que horror no salir de casa. Y ahora a arreglar los destrozos y desperfectos que se han podido causar. Supongo que serán millones los que se necesiten para arreglar la ciudad y volver a la normalidad. Si, porque ellos si tienen ese dinero y sí pueden permitirse arreglar una ciudad devastada.

No como Haití, no como Cuba. No como ellos, que han perdido  mucho más. Ellos no se han quedado sin luz o sin gas, ellos se han quedado sin zonas de cultivo, pues se han anegado; ellos se han quedado sin casa porque (sorpresa) los materiales no eran tan resistentes ni estaban tan preparados para un posible desastre de este calibre.

Pero la información en el telediario y en los periódicos llegaba siempre del mismo sitio, de donde hay corresponsales, de donde puede llegar el dinero y de donde creemos que puede salir la solución a nuestros problemas económicos. Como ya ha pasado el huracán pues hablamos de las elecciones, que es lo importante, todos lo sabemos.

Qué malo es lo que estamos pasando en España porque no hay dinero, ¿verdad? Porque muchos no tienen ni para gastar en lo básico, lo básico que si se puede cultivar en este país, gracias a Dios. ¿Es que a nadie se le cae el alma a los pies al pensar que incluso cuando el sufrimiento afecta a más de un sector pudiente de la sociedad nos centramos en aquel con más poder?, ¿de verdad alguien se cree que cubanos y haitianos no van a necesitar ayuda? O qué pasa, que como no sale en el telediario será que el sufrimiento es menor y no tiene la importancia como para ser noticia.

 ¿es eso?

La persona más sabia que conozco (mi padre) me dijo algo que no paro de repetirme: “vivimos en una crisis económica, pero la peor crisis que sufrimos es la crisis de valores”.

Así es, tenemos lo que nos merecemos, porque incluso con la que está cayendo aquí, cuando hay un problema nos preocupamos por aquellos de los que podremos sacar beneficio en un futuro.

 We get what we deserve. 

domingo, 21 de octubre de 2012

el piano bar


Hace unos años pasé un mes de vacaciones en Florida con una amiga. Fue uno de estos viajes de “si te cuento todas las anécdotas no paro” y “lo que no me haya pasado allí, es que no puede pasarme”.

Quería compartir con vosotros una de las vivencias de ese viaje, para intentar expresar la magia de los planes improvisados y cómo algo que parece el culmen de las malas ideas puede convertirse en uno de los recuerdos de tu vida.

Tras un intento fallido de entrar en una discoteca de Miami, puesto que yo aun no era mayor de edad en Estados Unidos (con lo que yo he sido, de colarme en todas partes…), mi amiga y yo nos pusimos a deambular por la zona de la playa a la búsqueda y captura de algún lugar donde nos pusieran un daiquiri del tamaño de una bañera, como en noches anteriores.

“Piano Bar”. El cartel del local no decía nada más, nos pareció un sitio cuco a la par que poco agobiante. Ahí nos metimos, pero en qué momento…

Mientras yo ocupaba una mesa alta con un par de sillas, mi amiga se acercaba a la barra y pedía la carta de cócteles. Yo miraba a todos lados sin fijarme en nada en concreto. Muchas parejas, un sitio limpio, un chico tocando el piano al fondo con varias partituras para que la gente eligiera la canción que iba a tocar… vuelve mi amiga a la mesa, se me acerca al oído y me dice “Sara, no te asustes aun, pero creo que estamos en un local de putas”. Vuelvo a mirar a mi alrededor y me percato que de parejas nada: hay un viejo con una negra altísima y estilosamente corta de falda, un hombre inmenso con dos chinitas riéndole las ¿gracias? y tocándole los brazos y el pelo. “O todos tienen mucha suerte en este bar, o son pilinguis” me comenta mi amiga al oído.

“Bueno, no entremos en pánico, si se nos acerca un hombre me das un beso en los morros y así ve que no tiene posibilidades”, esa fue mi ocurrencia, para que veáis mi carente agilidad mental cuando estoy tensa.

Total, le digo a mi amiga que voy al baño un segundo y nos vamos de ahí. Abro la puerta hacia los baños y efectivamente… un pasillo largo lleno de habitaciones con código para entrar, así que ni baño ni nada, salgo tocando lo mínimo las puertas de la grima que me estaba dando pensar lo que podía pasar ahí y decidimos irnos a otro sitio.

Salimos muertas de la risa y hablando a gritos en español, y según cruzábamos la salida oímos a alguien gritar “¿españolas?”, nos giramos, un hombre con bastante buena pinta hablando con una mujer, “si, de Madrid”, contestamos. Nos miramos los cuatro y el hombre, eufórico nos dice “españolas, ¡que acento más bonito! !Bienvenidas a mi local! ¡Invitadas a una copa!”.

Y hala, de vuelta al interior, esta vez con el dueño del sitio invitándonos a una copa y de charleta con las prostitutas. Aparecieron dos amigos nuestros (gracias a Dios que respondieron a nuestra llamada de venid a rescatarnos, perros del infierno) y seguimos allí de copeo y risas. No supimos como, pero acabamos cantando con el pianista canciones de Juan Luis Guerra, con un pedal digno de un general checheno y abrazadas a todo el que se nos acercaba a hablar, ya fueran las trabajadoras, la camarera, el pianista o el jefe del cotarro.

Afirmo, sin duda alguna, que es una de las noches que mejor me lo he pasado de toda mi vida.

Dedujimos mi amiga y yo que también se lo hicimos pasar bien a la gente de allí con nuestros cánticos y nuestros bailes, pues una semana más tarde una “trabajadora del amor” de ese local nos reconoció por la calle y nos plantó un par de abrazos de esos que das a un amigo que acaba de venir de un viaje de seis años.

La improvisación como telón de fondo de esta historia y la moraleja de “debemos evitar los prejuicios, por muy obvios que sean”.

Pd: pido perdón a mi amiga cuando lo lea, sé que faltan detalles, pero tu mejor que nadie sabes que contado siempre queda mejor. 

martes, 16 de octubre de 2012

Uno no escoge

Porque los poemas no son únicamente de amor y desamor ni tampoco de siglos lejanos y ajenos, sino que reflejan emociones de toda índole y tiempo, os dejo este poema que debería hacernos reflexionar, más ahora con los tiempos que corren.




Uno no escoge el país donde nace;
pero ama el país donde ha nacido.

Uno no escoge el tiempo para venir al mundo;
pero debe dejar huella de su tiempo.

Nadie puede evadir su responsabilidad.

Nadie puede taparse los ojos, los oídos,
enmudecer y cortarse las manos.

Todos tenemos un deber de amor que cumplir,
una historia que nacer,
una meta que alcanzar.

No escogimos el momento para venir al mundo:
Ahora podemos hacer el mundo
en que nacerá y crecerá
la semilla que trajimos con nosotros.
(Gioconda Belli)

Qué buenos críticos somos todos desde el sofá y lo fácil que solucionaríamos la crisis si llevásemos a cabo todas las teorías que sacamos a la luz entre amigos con un par de cañas. Qué indignados nos mostramos en privado con el país cuando hablamos con nuestra gente y, sin embargo, qué conformistas nos mostramos en público. No se si somos cobardes o comodones, o cobardes comodones. 

Qué pena que nos haya hecho falta una situación así para darnos cuenta de lo que no funcionaba. 

viernes, 21 de septiembre de 2012

Libertad de expresión


Estamos constantemente hablando de la libertad de expresión, de lo libres que somos por poder hablar sin censura y de los milagros del siglo en el que vivimos que no tiene ataduras de ningún tipo. ¿De verdad alguien ha llegado a interiorizar esto hasta el punto de creérselo?

No hay ni un solo tema del que hables que no consiga que alguien te etiquete: si no apoyas a los del  15M eres un facha, si dices que el dinero es necesario para vivir eres un capitalista, si opinas sobre la inmigración ilegal eres un xenófobo, si no defiendes a las mujeres y sus derechos a capa y espada eres un machista. No, señores, nadie es nada de eso por dar su opinión, nadie es un rojo por defender la igualdad en el trabajo ni se es más feminista por decir en alto que te repartes las tareas en casa.

Cada vez que damos una opinión en alto que no es lo que se quiere oír nos convertimos en agitadores sociales, parece que cada vez que abrimos la boca estamos dando un mitin frente a nuestros futuros votantes y que por ello debemos decir lo que les contenta para asegurarnos el mandato. ¿Esto es la libertad de expresión?  Lo único que hemos conseguido es poder hablar de cualquier tema, pero no con cualquier persona.

No me da la gana.

Quiero ser capaz de hablar de un tema y enriquecerme con lo que diga la persona con la que estoy hablando porque, al contrario de lo que muchos piensan, cuando discutes no es para imponer tu idea, sino para intentar aunar las opiniones juntando los puntos buenos de ambas. Yo cuando hablo de política (partiendo de la base de que no apoyo a ningún partido político de los que tenemos en este país hoy por hoy), no quiero que todos acaben opinando lo mismo, si no que me expliquen por qué ellos si lo apoyan, por qué creen que es lo correcto, por qué habría yo de pensar así.

Cuantas más opiniones distintas tengas, más formado estás y cuanto más formado estás, más puedes defender tu opinión. No es más inteligente el que más sabe de lo suyo si no aquel que conoce lo de los demás y con ello es capaz de crear su sabiduría.

La libertad de expresión podría basarse en la tolerancia, y ser tolerante no es sólo aceptar lo nuevo, si no que lo nuevo acepte tu opinión. No se puede gustar a todo el mundo y eso deberíamos saberlo todos. Y no es cuestión de abrir la mente y dejar los prejuicios de lado, es cuestión de respetar, y el respeto va en ambas direcciones, sea el tema que sea. Si un gay quiere respeto tiene que respetar a la gente que no le apoya, son sólo opiniones, y gracias a la libertad de expresión puede dialogar e intentar convencer a la persona con la que esté hablando del porqué es así y por qué es feliz con ello.

Porque, al fin y al cabo, las opiniones que tenemos respecto a nuestro mundo son aquellas que nos llevan a lo que cada uno entiende por felicidad.

Cuando de verdad entendamos, yo la primera, lo que es la libertad de expresión,  estoy convencida de que todo avanzaría.

“what lies behind us and what lies before us are tiny matters compared to what lies within us”
R.W.Emerson

sábado, 15 de septiembre de 2012

la emoción de oírla

Cuando no estás expectante y de pronto sucede. Se te eriza el vello de los brazos, se te pone la piel de gallina, se te forma un nudo en el pecho que más que agobiarte actúa como preludio de lo que estás a punto de escuchar y, en mi caso, se me llenan los ojos de lágrimas de emoción.

Si, soy una llorona en potencia, lloro por todo, lo bueno lo malo y lo regular.

Todo esto es lo que suele suceder cuando empiezas a escuchar una canción que te emociona, que te embriaga por completo y que te hace cerrar los ojos y querer gritar a todo pulmón  la letra. Esa inexplicable sensación que experimentamos todos con diferentes temas musicales pero que vivimos de forma muy parecida.

No tiene por qué ser una canción alegre o triste, no tiene que tener razón de ser, simplemente es esa canción en ese preciso momento, que te envuelve y se convierte en tu único acompañante allí donde estés. Te hace sentirte solo y acompañado, solo pero protegido, solo pero fuerte.


Quiero mostraros dos canciones que me hacen sentirme así. Dos canciones que tratan temas distintos con melodías diferentes, voces con diferentes matices y sin nexo aparente pero, mira tu por donde, las dos me hacen sentir lo mismo. Me emocionan.

Jacques Brel: Voir un ami pleurer



Mumford and sons: The cave



No son ni mucho menos las dos únicas canciones, pero sí las que me apetecía compartir con vosotros para que las disfrutéis, a ser posible, tanto como yo. Siempre es buen momento para exprimir sensaciones.


sábado, 8 de septiembre de 2012

la cultura del menosprecio


Ayer pasé por todos los niveles emocionales que puedes experimentar cuando algo te desconcierta: lloré, me enfadé, me entristecí, me reí sola, me calmé. ¿El por qué? Después de realizar un trabajo durante el verano me pagaron la mitad de lo pactado.

 Me quedé helada, no supe reaccionar (mea culpa, soy una pánfila a la hora de pedir lo mío, nunca he sabido), me pagaron, di las gracias y me fui maldiciendo a esa gente y toda su descendencia y ascendencia.

Pero lo que vengo a decir no es lo injusto que es que te paguen menos de lo que te deben, si no la impotencia de ver cómo menosprecian el trabajo que realizas.

Vivimos en una sociedad en la que desde la infancia se inculca un extraño valor extra a determinados estudios o trabajos y se menosprecia a muchos otros que, indudablemente, son igual de necesarios e importantes (porque ya me dirán qué narices va a hacer un constructor si no tiene obreros).

Sin duda, no hay mayor satisfacción que dedicarte a lo que te gusta y te hace feliz, pero si ello implica comentarios que infravaloran lo que desempeñas con tanto amor y esfuerzo, acabas sufriendo.

Me parece indignante que incluso entre personas del entorno más cercano haya comentarios tales como “eso lo hago hasta yo”, “menuda idiotez, ya te quisiera ver yo a ti en mi puesto”. No nos damos cuenta de que todos los trabajos pueden ser desempeñados por cualquiera de nosotros, pero cada uno se esfuerza en la medida que le interesa dicho trabajo. Yo sé que en un despacho sería una infeliz y haría entre poco y nada, pero no por ello me dirijo a aquellos que trabajan en despachos como “vagos que se pasan el día sentados ante un ordenador mirando el Facebook”, porque soy consciente de que no es así. Al igual que no se me ocurre dirigirme a una cajera con aires de superioridad, a saber cuántas impertinencias tiene que aguantar al día.

Me indigna ver la cara que ponen algunas personas al preguntarte a qué te dedicas y ver que de tu boca no sale un “soy ingeniero de minas con un máster en carbón iónico” (Jesús, no creo ni que exista eso).

Deberíamos ser capaces de empatizar, de ver el esfuerzo de cada puesto de trabajo, por muy fácil que nos parezca.

Por la triste época de consumo que nos ha tocado vivir, también se valoran los trabajos por el dinero que se gana con ellos. No es poco habitual oír que alguien estudia algo porque “con eso se gana mucho dinero”, o gente que no se dedica a lo que querría porque con eso vas a ser un muerto de hambre.

Hablo desde el conocimiento. Soy maestra y mi respuesta habitual a “por qué te dedicas a eso” es “para preparar a idiotas como tú para que lleguen a la universidad, trabajen y estén educados”. Sobra decir que a los que les respondo esto no fueron muy bien educados.

Creo que ahora, en plena crisis económica, es el momento de valorar cada puesto, cada trabajo y a cada persona por lo que hace y no por lo que es (porque también es verdad que no todos realizan su trabajo de igual forma, pero eso es otro tema). No se consigue un objetivo trabajando individualmente ni infravalorando a los demás.

Cuando antes nos demos cuenta, mejor irán las cosas. 

jueves, 30 de agosto de 2012

maldito cinturón


Han pasado ya siete años, pero sigo recordando esta anécdota con tanto cariño que no dudo en compartirla con vosotros.

Siete años ya, época de los primeros novietes, ese novio que te parece que es un caballero por pagarte el helado del McDonalds; ese novio del que querías recibir un mensaje de texto cada seis minutos; ese novio que cuando te dejó creíste que el mundo se hundía y nunca nunca jamás de los jamases encontrarías a alguien como él.

Ese chico.

Yo tenía una amiga (y la sigo teniendo. De hecho, cada vez que estamos juntas alguna saca a relucir esta historia y nos reímos hasta que una de las dos golpea la mesa como señal de falta de aire) que empezó a salir con un chico del que estaba “perdidamente enamorada, es que es perfecto” (qué vueltas da la vida, y menos mal). Dio la casualidad que yo empecé a salir con mi también “futuro marido y padre de mis hijos” un mes después.

Cuando quedábamos las dos no parábamos de hablar de lo maravillosos que eran y las “proezas” que hacían para hacernos felices. Vaya, que nos regalaban una piruleta y eso ya era nuestro tema por lo menos dos días.

Se acercaba el cumpleaños del pájaro que mi amiga tenía como novio y ella le compró, entre otras cosas, un cinturón bonito a rabiar. Le he llamado pájaro porque cortó con ella dos semanas más tarde de que ella comprara los regalos, una semana antes de su cumpleaños. Yo, en un adolescente intento de animarla, le compré el cinturón para regalárselo a mi noviete. Ella me lo dio, y poco a poco fue pasando del tema y recuperándose de su primer golpe amoroso.

Lo que no nos esperábamos era que mi pájaro me dejaría a mí también. Exactamente dos semanas después de comprarle el cinturón a mi amiga. Anonadas y “destrozadas y con el corazón roto en mil pedazos mientras escuchábamos Maná para hundirnos con sus letras de desesperación”, nos tomábamos a broma la situación y decíamos que ese cinturón había marcado en dos semanas el fin de nuestros amores.

Me guardé el cinturón para alguna otra ocasión de regalo, la cual se presentó a los tres meses. Para una amiga de ambas que tenía que hacer un regalo a su novio. Adivinad quién se quedó sin pareja dos semanas más tarde.

No se lo contamos, no fuera a devolvernos ese cinturón maldito.

Como he dicho al principio, qué vueltas da la vida y cómo aprendemos a comportarnos con entereza, según pasan los años, ante situaciones que al ocurrirnos por primera vez nos parecen el mundo al completo. El verdadero crecimiento personal parte de estas pequeñas cosas, de aprender del sufrimiento y de atrapar la felicidad. 

Aunque yo os advierto, cuidado si alguien os ofrece un cinturón azul marino, con hebilla plateada y una franja naranja, lleva siete años destrozando amores en quince días.





jueves, 23 de agosto de 2012

LOS SENTIDOS

Nosotros, que parecemos tan similares pero a su vez somos tan distintos.

A mí me gusta referirme a las personas como cúmulos de emociones que están a la espera de ser liberadas y de mostrarse sin atadura alguna, que se agolpan para salir unas antes que otras, que incluso alguna vez se cuelan y se muestra alguna de ellas antes de la emoción que esperamos mostrar y nos impresionamos de nosotros mismos. Pero incluso para mostrarlas somos distintos, usamos diferentes medios, distintos sentidos.

Inconscientemente todos vamos en busca de aquello que nos produce felicidad y nos transmite armonía.

Os invito a escuchar esta canción mientras seguís leyendo.


Como os decía, todos intentamos buscar aquello que nos hace felices, y para ello nos apoyamos en nuestros sentidos. Usamos todos, claro está, pero siempre abusamos de uno de ellos, de aquel que encuentra más fácilmente lo que nosotros buscamos. Los hay que eligen la vista, buscan con los ojos cosas, momentos, incluso otros ojos que les hagan sentir aquello que están buscando; aquellos que eligen el gusto prueban y saborean vivencias a través de lo que muestra sabores y presenta novedades para el paladar; los que utilizan el olfato quieren llegar a experimentarlo todo, me gustaría saber a qué dicen que huele el espíritu de las personas; los que eligen el tacto, controlan las experiencias a través de sus falanges e intentan transmitirlas del mismo modo: caricias, besos.

He dejado para el final el sentido que yo utilizo, o mas bien exprimo, para expresar todo lo que siento, el oído. Todo tiene melodía, todo tiene música, cada persona, cada momento de la vida, todo ello viene acompañado de una secuenciación de notas musicales que le hacen ser de una manera. Movimientos que me hacen sentir tristeza, miradas que me hacen emocionarme, personas que con un simple saludo me transmiten calma o personas que viéndolas caminar me aceleran el ritmo y me ponen de mal humor. Esto es así, soy una persona que ha encontrado en la música su medio de escape y de expresión.

He tenido la suerte de criarme en un entorno donde la música siempre estaba presente, puede que por ello el chocolate me sepa justo en el momento en el que lo oigo romperse al morderlo, o que la lluvia de verano me relaje cuando la escucho, aunque siga con los ojos cerrados y metida en la cama. La música como medio para hacerme entender y de darme a conocer a la gente que se me presenta por el camino.

Muchos posts que seguirán a este tendrán música, muchas personas de las que hable irán marcadas en mi mente por una cancioncilla y muchos momentos que he vivido siempre los recordaré con una melodía de fondo, tal vez agradable, tal vez no, pero una melodía al fin y al cabo.

¿Y vosotros? ¿sabéis qué sentido os hace vibrar?


miércoles, 22 de agosto de 2012

Bienvenidos

No es fácil decidir que lo que escribes quieres que los demás lo lean, a decir verdad creo que es una de las decisiones que más me ha costado tomar.

 Ya hace tiempo que  llevo conmigo un cuadernito pequeño, negro, de tapas duras que, a simple vista, puede parecer insignificante pero que para mí encierra el cúmulo de las experiencias vividas y lo que las mismas me producían. no es ni mucho menos un diario, ni un conjunto de hojas de papel donde plasmo mis inquietudes, miedos o alegrías. En ese cuaderno intentaba explicar con palabras las emociones que he experimentado, las sensaciones que he tenido.

Parece fácil, pero ¿cómo explicas con palabras lo que sientes al escuchar una canción concreta?, ¿cómo describirías la sensación de caminar descalzo sobre el césped aun bañado en el rocío de la mañana? ¿sabrías reducir a palabras el sentimiento de desilusión por alguien?. Eso es lo que yo intento (y poco a poco intento pulir y perfeccionar) en mi cuaderno.

Pero me di cuenta de algo, si para mí las sensaciones y emociones son lo que conforman al ser humano, ¿por qué no compartirlo con los demás?. Quiero haceros partícipes de mis pesquisas y mis divagaciones, intentar haceros disfrutar leyendo y observando cómo una persona a la que no conocéis escribe para sí misma y para muchos desconocidos que, sin duda, son un explosión de emociones, muchas de ellas sin experimentar.




Bienvenidos, y gracias.