Igual no me lee nadie. Igual escribo y va todo a saco roto.
Pero qué liberada me siento cuando lo hago.
Sobre todo cuando me enfado.
Porque no es para menos. Menudo panorama social, ¿eh? De mal
en peor. O igual soy yo que estoy anticuada en esto de la información
periodística, porque yo creía que no hay dinero para impulsar la economía, ni
la educación, ni ayudar a la gente que lo está pasando mal.
Igual estoy anticuada porque he leído que van a cambiar el
nombre del aeropuerto (eternamente Barajas, esto es así. Se llama costumbre) y eso costará un millón de euros.
Un millón.
Igual los de UGT con un millón de euros solo se pagan cinco comidas
de empresa, pero con un millón de euros se pueden hacer muchísimas cosas. Más
que muchísimas.
Pero lo importante es cambiar el nombre del aeropuerto de
Madrid.
Que nadie piense que soy una “anti Suárez” o alguna tontada
así. Soy consciente de su papel en este país, pero no creo que gastar ese
dineral para honrar su memoria sea lo más coherente ahora mismo.
Que instauren el "día mundial del presidente de la democracia
española" o algo así, pero que se den prisa porque está de moda lo de los “días
mundiales” y ya no deben de quedar más que unos 23 días sin pillar.
Pero oye, ¿que los gobernantes tienen ganas de colgarse
galones y creen que con esto lo van a conseguir?
Pues no seré yo quien diga
nada. Porque aunque lo dijera no iban a hacerme caso. No me muevo en sus
ambientes de enchufe y corrupción y eso cierra puertas.
Culpa mía.
No se cómo se llamará dentro de unos años el metro, o si
habrá un nombre oficial para las fruterías nacionales o si Justin Bieber será
nombrado hijo predilecto de algún pueblo manchego.
Yo solo espero que la coherencia se imponga y pensemos antes
en los que siguen aquí que en los que, tristemente, nos han dejado.
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