Hablemos de libros.
De aquellos que te gustan sin estar de moda, sin ser
trilogías y sin que se lleven al cine. Donde te imaginas a los personajes como
te da la santa gana y hablas con ellos en primera persona y les aconsejas y
regañas por su comportamiento. Los libros que te transportan allá donde vive el
protagonista, donde empatizas con sus miedos, su sufrimiento, sus amoríos y sus
momentos incómodos, los que te hacen expresar en público tu
indignación y con los que se te escapa la carcajada en pleno Metro.
No soy quién para recomendar libros, porque supongo que no
he leído tanto como para considerar lo que es bueno, malo o regular, pero de lo
que sí que puedo fardar es de tener una fabulosa biblioteca en casa de mis
padres y un magnífico lector y crítico literario (porque sí, mi padre es uno de
los tres españoles que verdaderamente se ha leído el Quijote y que encima le ha gustado), que siempre me ha prestado
libros con la firme convicción de que me iban a gustar.
Pocas veces ha fallado.
Los personajes de Noah Gordon, los mundos de Daniel Wallace
(que no es por nada, pero El rey de la
sandía no tiene nada que envidiar al famoso Big Fish), la manera de enganchar de Torcuato Luca de Tena y la
belleza literaria de Hemingway. Todo ello conocido y disfrutado gracias a tener
adultos en el entorno enamorados de la lectura.
Me atrevo pues, a recomendar un libro a aquellos que quieran
experimentar con lo que, desgraciadamente, no es un libro valorado tal y como
se merece.
Mientras tuvimos alas,
de Juan Cobos Wilkins.
como he dicho antes, no soy quién para recomendar libros, pero si algo me gusta, lo mejor que puedo hacer es procurar que los demás lo conozcan y tengan la posibilidad de disfrutarlo.
Feliz casi comienzo de navidad.
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